Por Jessica Moreno
No
sé si fue cuando niña que me cambiaron el concierto de Rebelde, aquella serie
mexicana de moda, por ir a la plaza de Toros La Santamaría, a ver como hombres
con trajes simpáticos que hacían tonificar cada parte de su cuerpo, como si
fueran mujeres, sostenían una muleta de
color rojo, para dizque a traer un toro, que según los expertos son daltónicos o en su minoría ven en blanco y negro, para
atacarlos de forma artística con sus espadas y banderillas. No sé si fue ver al
matador haciéndole una estocada al toro, la alegría exorbitante de la gente por
haberlo hecho o que el torero levantara con orgullo su más cultural premio, una
oreja del toro, que me hizo entender el morbo de las personas al ver como transforman
la cruda muerte en algo cultural.
Aunque
sea catalogado como algo cultural la tauromaquia, y que desde el siglo XII
cuando se decidió abandonar el toreo a caballo para hacerlo a pie y se
denominara ‘fiesta brava’, en 2012 cuando Petro anunció el cierre de las
corridas de toros en La Santamaría, por fin pude estar de acuerdo con el
Alcalde que tiene a medio pelo caer la ciudad. Entre esa nube de dióxido de carbono que
abunda en esta mala circulación de Bogotá, se veía una esperanza de cambiar esa
dizque cultura tauromaquia en la que disfrutan el horror de una muerte.
Pero
las defensas de los aficionados resultaron ser definitivas para que la Corte
Constitucional les diera el sí en septiembre de este año para darle un
reingreso a la fiesta más cultural. Gustavo Petro por supuesto en su discurso
anunció que haría lo que la Corte le dijera, sin embargo adelanta con su Bogotá
Humana nuevas formas de hacer que en La Santamaría en verdad se hagan eventos
culturales y artísticos, mas no la imitación
de los mismos.
A pesar de ser totalmente carnívora, no significa
que sea caníbal. El hecho de que tengamos en cada esquina una fama donde la
señora ama de casa o el señor, en estos tiempos modernos, vaya a comprar carne
para el almuerzo no significa que no tenga derecho a criticar los actos
inhumanos de disfrutar y hacerlo ver como arte el asesinato de un animal dentro
de una plaza para para hacerlo cultural. Por supuesto, el mundo es un eterno juego de
supervivencia en el que la cadena alimenticia nos da derecho de utilizar los
animales que ofrece la naturaleza para brindarle honor a esta cadena. Por ello
no discrimino la idea de satisfacer nuestra vida alimenticia con los animales,
pero sí discrimino la mentira que se lleva desde hace siglos en creer que matar
a un toro, por el simple hecho de que el matador traiga consigo un traje lleno
de adornos raros e inusuales y tenga la valentía para enfrentarse a ellos y
matarlos, sea un arte.
Mientras
aficionados creen en este ‘arte’ taurino, policías meten a la cárcel y hasta
asesinan, como en el caso del grafitero, Diego Felipe Becerra, quien si desarrollaba su
arte urbano en las paredes de la capital colombiana. El graffiti es una expresión
de arte urbano que en personas ignorantes a su significado lo convierten en vandalismo,
por la forma en como la mayoría de artistas urbanos se visten con su ropa ancha y sus pantalones descalsurriados. Entonces
¿el arte se mide por la forma de vestir en que se hace una acción? La tauromaquia,
puede ser un acto cultural por el simple hecho de ser costumbre, pero el arte
es una expresión, y si fuera la corrida de toros un arte, sólo veo la expresión
de que el hombre sigue siendo un caníbal demostrando su poder ante sus
inferiores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario