miércoles, 12 de noviembre de 2014

El artístico disfrute de una muerte “cultural”


Por Jessica Moreno
No sé si fue cuando niña que me cambiaron el concierto de Rebelde, aquella serie mexicana de moda, por ir a la plaza de Toros La Santamaría, a ver como hombres con trajes simpáticos que hacían tonificar cada parte de su cuerpo, como si fueran mujeres, sostenían  una muleta de color rojo, para dizque a traer un toro, que según los expertos son daltónicos  o en su minoría ven en blanco y negro, para atacarlos de forma artística con sus espadas y banderillas. No sé si fue ver al matador haciéndole una estocada al toro, la alegría exorbitante de la gente por haberlo hecho o que el torero levantara con orgullo su más cultural premio, una oreja del toro, que me hizo entender el morbo de las personas al ver como transforman la cruda muerte en algo cultural.
Aunque sea catalogado como algo cultural la tauromaquia, y que desde el siglo XII cuando se decidió abandonar el toreo a caballo para hacerlo a pie y se denominara ‘fiesta brava’, en 2012 cuando Petro anunció el cierre de las corridas de toros en La Santamaría, por fin pude estar de acuerdo con el Alcalde que tiene a medio pelo caer la ciudad.  Entre esa nube de dióxido de carbono que abunda en esta mala circulación de Bogotá, se veía una esperanza de cambiar esa dizque cultura tauromaquia en la que disfrutan el horror de una muerte.
Pero las defensas de los aficionados resultaron ser definitivas para que la Corte Constitucional les diera el sí en septiembre de este año para darle un reingreso a la fiesta más cultural. Gustavo Petro por supuesto en su discurso anunció que haría lo que la Corte le dijera, sin embargo adelanta con su Bogotá Humana nuevas formas de hacer que en La Santamaría en verdad se hagan eventos culturales y  artísticos, mas no la imitación de los mismos.
 A pesar de ser totalmente carnívora, no significa que sea caníbal. El hecho de que tengamos en cada esquina una fama donde la señora ama de casa o el señor, en estos tiempos modernos, vaya a comprar carne para el almuerzo no significa que no tenga derecho a criticar los actos inhumanos de disfrutar y hacerlo ver como arte el asesinato de un animal dentro de una plaza para para hacerlo cultural.  Por supuesto, el mundo es un eterno juego de supervivencia en el que la cadena alimenticia nos da derecho de utilizar los animales que ofrece la naturaleza para brindarle honor a esta cadena. Por ello no discrimino la idea de satisfacer nuestra vida alimenticia con los animales, pero sí discrimino la mentira que se lleva desde hace siglos en creer que matar a un toro, por el simple hecho de que el matador traiga consigo un traje lleno de adornos raros e inusuales y tenga la valentía para enfrentarse a ellos y matarlos, sea un arte.

Mientras aficionados creen en este ‘arte’ taurino, policías meten a la cárcel y hasta asesinan, como en el caso del grafitero,  Diego Felipe Becerra, quien si desarrollaba su arte urbano en las paredes de la capital colombiana. El graffiti es una expresión de arte urbano que en personas ignorantes a su significado lo convierten en vandalismo, por la forma en como la mayoría de artistas urbanos se visten con su ropa  ancha y sus pantalones descalsurriados. Entonces ¿el arte se mide por la forma de vestir en que se hace una acción? La tauromaquia, puede ser un acto cultural por el simple hecho de ser costumbre, pero el arte es una expresión, y si fuera la corrida de toros un arte, sólo veo la expresión de que el hombre sigue siendo un caníbal demostrando su poder ante sus inferiores. 

jueves, 6 de noviembre de 2014

Una vida acelerada

Por: Jessica Moreno
Entrar con una noticia alarmante como que en Colombia el 20% de las mujeres embarazadas están entre los 15 y los 19 años de edad, según la Organización de la Naciones Unidas me lleva a pensar en que los jóvenes ya no actúan a lo que en realidad son: Jóvenes incomprendidos, puvertos o pre adolescentes en la que su mayor preocupación es un nota en matemáticas o que no le dieron el regalo que esperaba de cumpleaños. Ahora son jóvenes intentando llevar la vida de un adulto.


Nadie tiene la culpa, es el siglo XXI en el que se perdió cualquier pudor o taboo como llaman ahora. Nadie se podría poner en el lugar de una persona si no es esa persona. No se puede generalizar los pensamientos de la juventud sobre lo que ellos llaman decir vida. Muchos dicen, yo ya viví esa etapa; en la que nada nos gusta, en la que nos avergüenza todo. Pero realmente, los adultos saben qué piensan los jóvenes  cuando  se les menosprecia esa etapa, muy pocos se percatan en que estos puvertos no les interesa saber si vivieron la misma etapa, ellos saben por naturaleza que fueron jóvenes como ellos lo son, ellos sólo quieren vivir esta etapa de puvertad a su manera es su juventud y algún día también le van a decir lo mismo a la generación que viene en camino. 

Lo cierto, es que a pesar de que la juventud quiera vivir a su manera, en ciertas formas trata de ser comprendido imitando lo que hacen los adultos. Pero, cómo no hacerlo si es la etapa incomprendida, ni siquiera tiene nombre. De uno a cinco años son bebes, de seis a 10 son niños, de 11 a 15 son adolescentes, pero alguien sabe cómo se llama la etapa de los 16 a 17 años, y no cuento el número 18 porque a esa edad es mayor de edad y cuenta como adulto según la Constitución Colombiana. 

Sin duda existe una edad en la que en la mayoría de las cosas es discriminada porque no se tiene en cuenta, ya que no es ni adolescente pero tampoco un adulto.  Por ello, ahora los jóvenes de esta edad imitan las acciones de un adulto para incorporarse en la sociedad. Ellos son lanzados al vacío de la vida por aquellos adultos que creen saber de la vida, aquellos quienes los juzgan y regañan por no tener una vida planeada, porque se quedan un día en la cama sin hacer nada mientras los adultos están trabajando. 16 y 17 es una edad para disfrutar ese poder de tomar el tiempo a su antojo, para ya cuando grande poder saber que vivió su tiempo bien para ahora si arremeter la vida adulta.


A veces creo que los adultos juzgan a los jóvenes de no hacer nada por envidia, envidia de no poderse quedar en la cama un día entre semana, envidia de levantarse y ya tener todo listo por sus papás. Sin embargo, es una edad de las curiosidades, de descubrir nuevas cosas y lo mejor sería que los adultos guiaran a estos curiosos, pero no para que no cometan errores sino que cometan sus errores, sus propios errores y sean capaces de afrontarlos, pues somos humanos seamos niños, adolescentes o adultos, nadie está exento a un error. Así se evitaría una vida acelerada, viviendo este segundo que es la vida.